lunes, 13 de febrero de 2017

Mención de Honor SADE SAN FRANCISCO



Acorde final

Tomó la última cuerda en sus trémulas manitas, ya casi sin uñas y sentenció la solución final.
Joel vivía con sus padres en Telenesh, un pequeño pueblo de Polonia.
La mañana en la que irrumpieron los nazis sólo estaban en la casa su madre, su hermana menor, una niñita de apenas un año y él. Su padre y hermanos mayores habían partido al amanecer a trabajar en el campo, era época de siembra.
Tras tirarles la puerta abajo, fueron sacados a empujones de sus lechos y subidos a un camión donde ya se encontraban numerosas familias hacinadas, muchos de ellos, sus vecinos.
Sin explicaciones, los condujeron al campo de exterminio.
Lo único que atinó a hacer Joel antes de subir al vehículo, fue aferrarse a su violonchelo; a pesar de su corta edad, ocho añitos, amaba tocar el instrumento y no se imaginaba viviendo sin él.
Para sorpresa de todos, no le pusieron trabas para que lo portara a pesar de la torpezacon que fueron tratados.
Al llegar Auschwitz, fue separado de su madre quien con lágrimas en los ojos se despidió mientras apretaba contra su pecho a la hermanita.
Ambas fueron conducidas al pabellón de mujeres.
Él entró con otros cautivos a un gran galpón pero siempre abrazado a su chelo.
La celadora que lo recibió al verlo con el instrumento le susurró al oído: “estás salvado”.
Comprendió el significado de esas palabras cuando lo llamaron para formar parte de la orquesta que tocaba en el campo de refugiados, especialmente, cuando se producía una
“ducha masiva” (ingreso a las cámaras de gas). La música le agregaba patetismo a la
situación y exacerbaba el morbo de los ejecutores.
Ese día debió tocar en el pabellón de mujeres y al alzar la vista y ver a su madre y hermana ingresar al sector de duchas, tiró fuerte, con una fuerza inusitada cada una de las cuerdas, y logró envolver, la última, alrededor de su cuello.

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