Humberto nació en Jujuy, provincia del norte
argentino, limítrofe con Bolivia. Tierra de montañas y quebradas no le
dio, durante su infancia, la posibilidad de visualizar el mar.
Cuando cumplió dieciocho años fue de viaje de estudios a Mar del Plata; allí se enamoró de ese mar amarronado con playas doradas.
De noche, cuando sus compañeros iban a bailar a las diversas discotecas, él se quedaba solo, a orillas del mar, lo olía, lo tocaba, escuchaba su murmullo.
Tantas noches en comunión marítima lo llevaron a tomar una decisión: sería marinero.
Se alistó en la Escuela Naval y este fue el inicio de una vida plena. La única nube que aparecía en el horizonte eran los 2000 km que lo separaban de su familia y la añoranza de las largas conversaciones que tenía con su madre con quien los unía una relación muy estrecha pues él era el primogénito.
Así, comenzó a recorrer los mares, a realizar tareas de rastrillaje, a vivir el mar.
En una oportunidad, estando en Puerto Madryn, decidió tomar clases de buceo.
Se sumergió en las profundidades de esas aguas azules y se deslumbró con la visión de la fauna y flora marina. Se le despertó, el deseo de ser submarinista.
El haber vivido toda su infancia entre montañas le había dado a su carácter una impronta especial, era reservado y le gustaba permanecer en lugares cerrados.
Sus ojos siempre habían tenido el límite de la montaña incrustada en el horizonte y la permanencia en el submarino, lejos de provocarle sensación de encierro, le transmitía protección.
Amaba el mar y sumergirse en él era como entrar en éxtasis con el objeto de su pasión.
La última misión los había involucrado en la persecusión de barcos pesqueros extranjeros. Cuando se alistaban para partir, un llamado en el celular de Humberto lo alertaba que su progenitora había sufrido un infarto.
No lo pensó dos veces, pidió autorización y corrió a sacar pasaje para viajar a Jujuy.
Alcanzó a regresar al puerto en el momento en que el submarino partía para desaparecer para siempre. Esta vez el marinero no subió al barco.
Cuando cumplió dieciocho años fue de viaje de estudios a Mar del Plata; allí se enamoró de ese mar amarronado con playas doradas.
De noche, cuando sus compañeros iban a bailar a las diversas discotecas, él se quedaba solo, a orillas del mar, lo olía, lo tocaba, escuchaba su murmullo.
Tantas noches en comunión marítima lo llevaron a tomar una decisión: sería marinero.
Se alistó en la Escuela Naval y este fue el inicio de una vida plena. La única nube que aparecía en el horizonte eran los 2000 km que lo separaban de su familia y la añoranza de las largas conversaciones que tenía con su madre con quien los unía una relación muy estrecha pues él era el primogénito.
Así, comenzó a recorrer los mares, a realizar tareas de rastrillaje, a vivir el mar.
En una oportunidad, estando en Puerto Madryn, decidió tomar clases de buceo.
Se sumergió en las profundidades de esas aguas azules y se deslumbró con la visión de la fauna y flora marina. Se le despertó, el deseo de ser submarinista.
El haber vivido toda su infancia entre montañas le había dado a su carácter una impronta especial, era reservado y le gustaba permanecer en lugares cerrados.
Sus ojos siempre habían tenido el límite de la montaña incrustada en el horizonte y la permanencia en el submarino, lejos de provocarle sensación de encierro, le transmitía protección.
Amaba el mar y sumergirse en él era como entrar en éxtasis con el objeto de su pasión.
La última misión los había involucrado en la persecusión de barcos pesqueros extranjeros. Cuando se alistaban para partir, un llamado en el celular de Humberto lo alertaba que su progenitora había sufrido un infarto.
No lo pensó dos veces, pidió autorización y corrió a sacar pasaje para viajar a Jujuy.
Alcanzó a regresar al puerto en el momento en que el submarino partía para desaparecer para siempre. Esta vez el marinero no subió al barco.
Te seguiré leyendo en la próxima.
Me gustó mucho tu relato. Gracias por tu visita al mío. Saludos.
Gracias por leer y comentar.
Tu relato me ha gustado y es un recordatorio a los desaparecidos en este desgraciado suceso.
Solo es mi opinión y aunque es correcto no escribiría tan cerca progenitora y primogénito, utilizaría madre. Me pasa lo mismo con “visualizar el mar”, creo que estas palabras quitan fluidez al texto.
Buen trabajo. Saludos.
Me gusta tu relato y creo que toca un tema sensible para tu país y para toda la gente sensible.
Entrando en la construcción, no se si una coma en la segunda línea antes de ¨no le dio¨ favorecería el texto.
Un placer leerte
9. Ismael Tomas Perez dice:
Como siempre, disfruto leyéndote. Has desarrollado un tema desgraciado muy actual, y que no debemos olvidar, como casi no se recuerda ya el mismo accidente de un submarino ruso hace tiempo. Muy bien redactado y llega a emocionar. Un abrazo
Estos dos arraigos tan profundo a dos lugares tan alejados el uno del otro, lo llevan a una decisión de vida. Esta, la manejas muy bien. Y el haber decidido poer su madre hace a tu relato mas grande.
te felicito y nos leemos.