Un
hombre sin tiempo ni palabra
Se levantó, se miró al espejo, peinó sus canas y se puso a canturrear.
Bebió el café, se abrigó, salió a la calle a dar su caminata matinal.
Le llamó la atención el silencio. Ni gritos, ni
bocinazos a pesar de que una multitudinaria manifestación transitaba la
avenida.
Puso empeño en escuchar, pero sus oídos acusaban
silencio.
Asustado, regresó a su hogar.
Se paró frente al espejo, peinó sus canas, se sentó a
tomar el humeante café, miró la hora y se dio cuenta de que era la misma desde
el despertar.
Quiso gritar y no pudo.
El tiempo y la palabra lo habían abandonado.
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