La anciana
engalanaba la mesa con mi presencia. Llenaba de té mis entrañas,
sacaba brillo a mi cuerpo, ponía un florero de rosas a mi lado y
esperaba, palpitante, la llegada del joven galán.
Esa tarde, me
abrumó su ausencia. Un rato después, vi pasar una camilla que
llevaba un bulto en un saco de plástico. Detrás, los uniformados
arrastraban al supuesto novio esposado.
Yo quedé vacía y
mi vida pasó de vibrar amor a ser una simple tetera de decoración
en una vitrina. Todavía espero la cálida caricia que me vuelva a
dar esplendor.1
1Mención
especial en el IV Certamen de microrrelatos "De amor" de Letras
como espada, Toledo, marzo de 2018.-
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