Revancha
Susana esperaba, hacía veinticinco pacientes años que esperaba este momento.
Leyó la participación del aviso fúnebre, tomó nota del horario del
entierro, sacó de una vieja valija el vestido lila con el cual lo había
conquistado, lo acondicionó, lo dejó extendido sobre una silla; había
llegado el momento de usarlo.
A la mañana siguiente, con bastante dificultad se enfundó la prenda
ceñida con desparpajo a ese cuerpo que ostentaba unos cuantos kilos de
más. No se amilanó, calzó los tacones y partió rumbo al cementerio.
Veinticinco años desde aquel nefasto día en que él le escupió a la cara
que no la quería, que en realidad, nunca la había amado, que se había
casado por la imprudencia de dejarla embarazada y que recién ahora, había
encontrado el vedadero amor.
Veinticinco años…
La fosa ya estaba abierta esperando al huésped. Cercana a la misma un
panteón ampuloso daba sombra al lugar y proyectaba la silueta de un
ángel abrazado a una mujer esculpidos en la cúpula.
Junto a la reja del mismo se apretujó Susana, desde allí podría observar
la ceremonia con detalles; a la vez, pasaría desapercibida.
El coro de llantos, anunció que el cortejo se acercaba.
Los amigos íntimos, aquellos compañeros de juergas que contribuían a
apartarlo de la vida conyugal, portaban el ataúd. A su lado, toda de
negro, desparramando desconsuelo, su viuda, la mujer que se lo había
arrebatado definitivamente.
Tras la ceremonia de rigor, el cajón fue arriado, se tapó la fosa y una lluvia de flores regó el sepulcro.
Uno a uno, tras dar las condolencias, se fueron retirando.
En el adiós final, sólo quedó la viuda quien al levantar la vista, la vio, parapetada en la escalinata del panteón vecino.
Las miradas de desconsuelo y odio se cruzaron en la postrera despedida
pero un estruendo rompió esa conjunción: el ángel con la mujer abrazada
cayeron de bruces sobre la tumba acompañados de un turista imprudente
que había estado fotografiando el entierro desde las alturas.
Mientras pasos se acercaban para auxiliar al infortunado, Susana giró
sobre sus talones y se marchó con una sonrisa dibujada en su rostro.
La paz todavía no había llegado al sepulcro.
Me ha gustado un montón tu relato, de verdad. Es crudo y, e incluso, algo duro; porque tiene un toque de realismo. Lo que más me ha gustado, sin lugar a dudas, ha sido el personaje de Susana. “La venganza se sirve en un plato frío”. Y vaya que si frío… ¡25 años!
La única pega que le pongo es que se me ha hecho corto. Sí, es verdad; me hubiera gustado disfrutar un poco más de esta Susana y de su sed de sangre -por decirlo así-. Quería algo más de satisfacción.
Me encantan los adjetivos y verbos que utilizas, como “escupió”. Todo un puntazo.
Nada más que decirte. Maravilloso tu relato pero eso sí, corto.
Estoy en el 215, ¡Nos vemos!
Alberto C.
Tu relato es de buena lectura y la idea del desenlace es muy buena.
Me quede con ganas de mas detalles.
Quizas de para un relato de mas de 750 palabras
Nos estamos leyendo
Estoy en el 236
Saludos
Felicitaciones!
7. CARMELILLA dice:
trabajo breve, pero contundente.
Bien escrito y buen uso del lenguaje.
Sin adornos innecesarios, va al grano, buen ritmo y buena trama, aunque no creo que fuera una venganza de Susana, no fue ella la que causó el “oportuno accidente”, aunque sí fue ella la que se lleno de placer al verlo.
¡Bien hecho! ¡Buen trabajo! Seguimos leyéndonos.
Saluditos