viernes, 21 de junio de 2024



Una noche en la biblioteca

 

Ana trabajaba en una biblioteca. Sus jornadas transcurrían entre libros que leía con fruición.

No obstante, una idea la perseguía: qué ocurría en el lugar de noche.

Quiso averiguarlo y ese día decidió aguardar escondida tras los anaqueles abarrotados de libros.

Vio con horror cómo empleados de maestranza traían viejos volúmenes del sótano del edificio y los tiraban en contenedores colocados en la acera.

Agudizó el oído y sintió llorar a Julieta mientras agonizaba Romeo.

Los poetas corrían tras los estantes y Calderón apelaba a despertarse y responder. —No es cierto que la vida es sueño—, gritaba, —estaba equivocado, despertaos—.

Goethe furibundo insultaba en alemán mientras Rainer María Rilke esparcía rosas.

Ana quiso detener ese “librocidio” pero el Rey Arturo la tomó de la cintura y la llevó al piso superior.

Gulliver trajo un ejército de liliputienses armados con piedras para defender el sótano.

Ana, se liberó de la vigilancia del Rey, escapó sin ser vista por los verdugos, corrió a su departamento, buscó valijas y bolsos y regresó al local para recuperar el tesoro perdido.

Desde entonces, vaga feliz entre libros que la acompañan y le regalan el placer de la lectura mientras en un rincón de su dormitorio, sobre la cómoda, Aureliano Buendía la mira fijo, intentando recordarla.

 

1 comentario:

  1. Ser bibliotecario/a es un trabajo muy noble, vilipendiado, pero noble al fin.

    Saludos,
    J.

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